El último ajiaco

Ficha

Autor:
Emilio Surí Quesada
Editorial:
Liber factory
ISBN:
9788499493497
Fecha de Publicación:
2013
Formato:
EPUB
epub
Adobe Drm
Impresión no pemitida
Copiar/Pegar no permitido
Nº de dispositivos permitidos ilimitado
€8,00
Después de más de veinte años fuera de la Isla, Emilio Suri Quesada y yo, sabedores de que la vida y la muerte se intercambian las bragas antes de robarnos el tiempo y la existencia, no queremos morir en tierra extraña. Ambos sabemos que es una idiotez pero así somos. Nosotros, después de haber copulado con la vida y con la muerte tenemos hambre de Cuba, es decir ganas de comer ajiaco y para ello, una vez más, nos volveremos a jugar el pellejo. Queremos y tenemos la necesidad de degustarlo como un acto de fe, como si fuera la hostia bendita. Nosotros, después de pasar balance a nuestras vidas, hemos llegado a la conclusión que vamos a regresar a lo nuestro sin que nadie tenga que autorizarlo y sin que nadie pueda prohibirlo. Cuba, como escribió una poeta, es una isla de exilios y destierros y nosotros dos estamos decididos a terminar con nuestro exilio y con nuestro destierro. Sabemos, lo olemos, que hay miles de cubanos que quisieran hacer lo que nosotros, pero no se atreven. Después que uno saborea poder ir donde le plazca y hablar lo que piensa es más difícil regresar que irse. Surí Quesada repite que si es una locura irse, regresar es una doble locura porque el exilio de afuera frustra menos que el exilio de adentro . Como cubanos estamos cansados de pensar y, sobre todo, de no querer pensar porque se nos funde el cerebro y todo, aparentemente, sigue igual. Si nos reciben a balazos o nos acusan de agentes enemigos, allá ellos. Nosotros lo único que queremos es comernos en la Isla nuestro ajiaco y que suenen los tambores y que la gente se abrace, baile, singue y cante ya vienen llegando o lo que quieran. No se dejen confundir si, como ha pasado otras veces, nos ocurre un accidente y no llegamos. Vamos sin odio. Si ya una vez multiplicaron los panes y los peces ¿por qué no puede haber ajiaco para todos? Ramón Rivera