Nací el 12 de febrero de 1958, pero realmente comencé a vivir plenamente mucho tiempo después. La Ciudad de México me recibió exactamente a las 12:00 del día con aromas de flores y de árboles que aprendí a distinguir desde muy pequeña simplemente por su olor. Desde temprana edad comencé a encontrar en la naturaleza un lenguaje que me llevaba a imaginar mundos, a hablar con las flores y con el agua, a sentir que el mar respiraba cada vez que una ola rompía en la playa. El día que comencé a vivir plenamente fue precisamente cuando me di cuenta de que ese mundo era más real y más cierto que mi diario caminar hacia la escuela, o que las tareas programadas, o que el aprenderme de memoria cosas que no comprendía. Tardé mucho tiempo en tener el valor de escribir y mostrar lo que he aprendido de esos mundos maravillosos en los que diariamente transito y que son tan reales como la respiración o el latir del corazón. Ahora inicio la trayectoria porque cuando uno abre una puerta, es importante cruzarla. Y al cruzarla, la vida no vuelve a ser la misma.