Después de trabajar durante más de veinte años en una multinacional, Alfredo se queda en paro, con el único consuelo de ver un cheque por una cantidad más que respetable para un pobre diablo como él. Sin ganas de dar explicaciones a sus conocidos, escapa de Madrid con la idea de desconectar un tiempo, pero la avería de su coche le deja atrapado en un pueblo de las afueras. Mientras espera a que llegue la pieza que le falta a su Audi, se hospeda en Los Carrizales, un viejo hostal regentado por la señora Patro, la última descendiente de una conocida familia de posaderos. Además, en un viejo anticuario del pueblo, comprará, primero, una vieja jarra de plata panzuda y abollada y, al día siguiente, unos viejos manuscritos que relatan la historia de un marqués del siglo XVIII. Estas dos adquisiciones, realizadas por pura casualidad, darán un giro de ciento ochenta grados a su anodina vida.