Chipo Martínez, un formidable escritor que ha pasado gran parte de su vida disfrazado solo de gran músico, recrea en estas nueve historias bre-ves, la inmortal tradición del cuento clásico, sorpresivo y encantador. Esa suerte de artificio retórico de fábula y ficción que te atrapa, que no de-seas que termine nunca y que cuando acabas de leer, dejas a mano para volver a releer tan pronto puedas. Pero estos cuentos no deben caer en la mano de cualquiera. Exigen calma chicha e imaginación alegre so pena de estrés. Para saborear a fondo los relatos de Chipo, como ocurre con todos los grandes cuentos, hay que leerlos como leen los niños, en-tregados sin reserva alguna a su embrujo y ajenos a toda incredulidad, embaucados por su amena melodía argumental, siguiendo sus peripecias, escenarios y diálogos, como si estuviéramos oyendo a la abuela de García Márquez contarnos las andanzas del coronel Aureliano Buendía. Como algo serio y hermoso. Ellos lo merecen.