Milagros Salvador ha recorrido un camino lo suficientemente largo para poder ahora detenerse a mirar. No se trata en este caso de hacer una simple parada o de tomarse un descanso, por muy merecido que éste pudiera ser. Se trata de algo mucho más profundo, de mucho más alcance. Detenerse a mirar, cuando se ha llegado a donde la poeta ha llegado en su trayectoria, es tomarse el tiempo necesario para ver en derredor y para contemplar, desde la etapa presente de su viaje, todos aquellos pasos decisivos que la trajeron hasta aquí. Contemplar, por tanto, el pasado, que nunca ha dejado de existir, porque ha contribuido decisivamente haciéndonos lo que somos. El pasado está vivo en nosotros, y Milagros Salvador, como poeta y como mujer, demuestra saberlo perfectamente: Jornada de retorno es la prueba de ello. Este libro es, además, una doble entrega poética, porque no sólo su autora se la entrega a sus lectores, sino porque, asimismo, ella se entrega a la memoria. Lo hace a plena conciencia, en el uso decidido de su libertad como creadora, porque está segura de que la memoria forma parte esencial del ser y del saber humanos. Por eso la celebra, por eso hace de ella el eje alrededor del cual se alza cada uno de los poemas que componen esta obra. Tal celebración va, naturalmente, más allá del canto festivo, pues es a un tiempo reconocimiento, indagación, nostalgia y lucidez. Y, sobre todo, regreso, ese regreso a uno mismo que sólo aquellos que han alcanzado cierta sabiduría vital pueden conseguir.