Ignacio Larrañaga
El Padre permite que el hombre vaya rodando por las laderas del precipicio hasta acabar en el barranco profundo. Ahí, el hombre, derrotado pero no aniquilado, no distingue a su alrededor otra cosa que soledad y ruina porque todas las columnas se hicieron polvo. Y así, impotente y desnudo, el hombre (...)