Alejandro González-Geell
...Estela, sentada junto a su marido, apoyó su cabeza en el hombro de Esteban, aquel hombre sereno, manteniendo cogida una de sus manos entre las suyas, igual que una esposa enamorada. La naturalidad y la ternura que dejaba traslucir Estela eran alucinantes, y, con el cinismo como soporte, parecía (...)