Alberto Casillas
¿Me imaginabas así? me preguntó. ¿Cómo iba a confesarle que no me esperaba una joya, pero tampoco que fuera tan rematadamente fea? Pues la verdad es que…, es que…, no… Nadie puede imaginarse que sea tan fea, ¿a que no? comentó sin perder la sonrisa. ¡Hostias, menudo compromiso! Yo…, yo no…, no (...)