El hijo del pobre, es una iniciativa que germinó en las mazmorras de una cárcel, donde fui recluido por cuatro meses. Tras los trastornos del cautiverio, solamente hallé el escape idóneo en la lectura y la redacción. Mi deshogo era una competencia que nunca había tenido conmigo mismo; allí adentro leía y escribía alrededor de veinte horas diarias. Así apareció el comienzo del El hijo del pobre. La adicción a la lectura de los reos, me proporcionó la ocasión perfecta para empezar los ensayos de este relato novelístico, que más tarde concluí con los sabios consejos del maestro Guillermo Álvarez Guedes. Los reos se despertaban a las seis de la mañana, y esperaban a que saliera de mi celda para leer el próximo capítulo que había escrito la noche anterior. Basado en las anécdotas de un amigo alemán, que ha dedicado parte de su vida a estudiar la historia del gran coloso del sur de América, Brasil, fue como pude realizarla. Con él descubrí estos datos tan importantes y fundamentales, que me traspasó mientras yo residía en Alemania. Pudiendo narrar estos hechos tan inusitados de una forma imaginativa, al molde de las sensaciones humanas y las experiencias personales. Me valieron de base para contar la existencia verdadera de este doctor y su hijo, quienes realmente no eran tan pobres. Me ajusto esta novela al protagonismo de la valentía, y lo que menos contaba era el miedo. Lo principal era la resistente supervivencia, pero que al final del camino se ven los frutos. Hasta aquí llega mi explicación sencilla de cómo se originó EL hijo del pobre.