Judith Arnold
Por mucho que supiera que era imposible, tenía derecho a soñar, ¿no?Sabía que era ridículo, pero Martha Cooper se había enamorado de su jefe. Ella no era más que una sencilla contable, mientras que él era un sueño hecho realidad. Había tenido un sueño erótico con él y, desde entonces, su vida no (...)