No existe valor mayor que el hombre. Por amor a él, el Padre envió a Su Hijo al mundo, como nos dicen los Evangelios. Y el Hijo amó tanto a Sus discípulos que les entregó el tesoro más valioso: la Madre de Dios, la Novia Divina, fiel a Él hasta el final.
El Padre ama tanto a Sus hijos que los diviniza. Por una parte los ha hecho mortales, pero en su interior no los ha privado de la inmortalidad para glorificar al hombre en el misterio del divinaméntum (divinización).
Por eso, actualmente, los cátaros rebosan de voluntad de unir la Divinidad con el hombre, de devolver al hombre su eterno estatus teoantropológico: el teohombre.
No existe valor mayor que el hombre.